Comentario
Que trata de cómo el rey Motecuhzoma y los demás señores del imperio dieron la obediencia al rey de Castilla y lo más que sucedió a Cortés hasta prender a Pánfilo de Narváez que venía contra él
Teniendo Cortés presos en su poder a los dos reyes tío y sobrino, Motecuhzoma y Cacama, les dijo que juntasen a todos los señores del imperio para tratar con ellos de su venida y dar principio a la conversión y fundación de nuestra santa fe católica, para lo cual hicieron un llamamiento general de todos los grandes y señores del imperio; y cuando todos fueron venidos los juntaron en una sala grande, puestos por su orden en sus tronos y asientos, Motecuhzoma enmedio y a los lados el rey Cacama y Totoquihuatzin el rey de Tlacopan su suegro (que para el efecto aunque con guardias les dio lugar Cortés para tratar de este negocio); y tomando la mano Motecuhzoma comenzó una larga plática y entre muchas razones que trajo para fundar y sustentar su determinación, vino a decir que daba muchas gracias a Dios por haberle hecho tanta merced, que haya alcanzado a ver a los cristianos y tener noticia de aquel gran rey que sus pasados de años muy atrás deseaban que viniese y que no podía creer que fuese otro, sino éste que había enviado a aquellos españoles que estaban en su corte y que si estaba determinado de lo alto que tuviese fin el imperio de las tres cabezas, culhuas, aculhuas y tepanecas, no quería resistir la voluntad de Dios, sino de muy buena gana y con gran voluntad dar la obediencia al rey de Castilla y tenerle por su cabeza y supremo señor, bajo de cuyo amparo y protección quería vivir y reconocerle por tal y que les rogaba muy encarecidamente a ellos que hiciesen lo mismo, porque entendía que a todos les cumplía hacerlo así. Motecuhzoma dijo estas razones con tantas lágrimas y suspiros, que a todos los suyos hizo enternecer y lo mismo a Cortés y a todos los que con él estaban; después que hubieron llorado y estado suspensos un gran rato, hizo Motecuhzoma un solemne juramento dando la obediencia al rey don Carlos nuestro señor (de gloriosa memoria) y tras de él Cacama su sobrino, Totoquihuatzin rey de Tlacopan y con ellos todos los grandes y señores del imperio que allí estaban, prometiendo de serle buenos y leales vasallos y luego en confirmación y seguridad de esto le entregaron a Cortés ciertos infantes e infantas, hijos y hermanos de estos reyes, con cantidad de dones y presentes de oro, pedrería, plumería, mantas y otras riquezas para el rey su nuevo señor y lo mismo hicieron por su orden todos los demás grandes y señores referidos. Cacama y con él sus dos hermanos, Cohuanacochtzin e Ixtlilxóchitl, según las relaciones y pinturas de Tetzcuco, dieron en rehenes a cuatro hermanos suyos y otras tantas hermanas, que los varones fueron los infantes Tecocoltzin, Tecpacxohitzin, Huixcacamatzin y Tenancacaltzin. Cortés los consoló mucho, prometiéndoles que siempre serían bien tratados y tan señores de todo el imperio y de lo que era suyo como antes y comenzó a dar orden de la conversión de los naturales, diciéndoles, que pues eran vasallos del rey de España, que se tornasen en cristianos como él lo era y así se comenzaron a bautizar algunos, aunque fueron muy pocos y Motecuhzoma aunque pidió el bautismo y sabía algunas de las oraciones como era el Ave María y el credo, se dilató para la pascua siguiente que era la resurrección y fue tan desdichado que nunca alcanzó tanto bien y los nuestros con la dilación y aprieto en que se vieron, se descuidaron, de que pesó a todos mucho muriese sin bautismo. Estando Cortés en esta prosperidad, y cuando sus cosas iban en tanto aumento, llegó al puerto de Veracruz Pánfilo de Narváez con diez navíos y novecientos españoles, con muchos caballos, artillería y todo recaudo, con intento de prender o matar a Cortés y venía en nombre de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, que lo mandó por decir que le usurpaba su jurisdicción y que siendo su súbdito se había salido de su obediencia, haciéndose cabeza por sí en tierra firme y poblando en ella con título de capitán general y justicia mayor y aunque procuraron los frailes y todos los oidores de la audiencia de Santo Domingo estorbar este viaje que enviaba Diego Velázquez, y para sólo requerirle que no enviase a Narváez, fue despachado a Cuba el licenciado Figueroa, oidor, de parte de los gobernadores y del rey, protestando contra él de quejarse con su majestad del estorbo grande que se hacía en la conversión y conquista de aquestas tierras; lo cual no pudieron estorbar. No hubo bien llegado esta flota a la Veracruz, cuando luego tuvo Motecuhzoma el aviso de ella, de que dio luego parte a Cortés y le dijo que aparejase luego su partida porque ya otra vez se lo tenía pedido y se había excusado con decirle que no tenía navíos en que ir; y estando certificado Cortés de lo que pasaba, sintió mucho este negocio y prometiendo remediarlo con palabras, escribió a Pánfilo de Narváez rogándole mucho no le estorbase la conversión de estas gentes y que se juntase con él, que con poco trabajo los dos podían hacer a Dios y a su rey notable servicio; a lo cual Narváez no quiso dar oído, porque con facilidad entendió que pudiese prender a Cortés, echando fama entre los naturales que era fugitivo, ladrón y traidor a su rey, que él no venía más que a cortarle la cabeza y poner en libertad a Motecuhzoma, porque su señor rey estaba muy indignado del agravio que de Cortés había recibido, enviando a congraciarse con Motecuhzoma; por lo cual se enojaron con él muchos de los que iban en su compañía y el oidor Ayllon le puso pena de muerte de parte del rey que no tratase el negocio tan pesadamente, porque de ello se ofendían Dios y el rey muy mucho, pues impedía el bautismo y conversión de aquellas gentes; por cuya causa le prendió y envió a Diego Velázquez; pero él se soltó y vino a Santo Domingo. Pasó a tanto el atrevimiento de Narváez, que hizo proceso en forma contra Cortés y por su sentencia le condenó a muerte y publicó guerra contra él, de lo cual se reían los de la Veracruz y aun los mismos que traía consigo; trató Cortés con todo esto de aplacarle con buenas razones, escribióle muchas veces requiriéndole con la paz y cuando vio que no aprovechaban sus cartas, determinó irse a ver con él y habiendo dado parte a los suyos de lo que tenía pensado, habló a Motecuhzoma y le dijo se quería ir a la Veracruz solamente a mandar a los que venían en la flota, que no hiciesen ningún daño en las tierras del reino de México y que no se partiesen sin él, porque ya no tenía que hacer sino aparejar su partida, rogándole que se estuviese allí con sus españoles porque no recibiesen algún daño de los suyos, que luego daría la vuelta y que le diese alguna gente para que fuese con él; proveyéndole así Motecuhzoma y lo mismo Cacama y Totoquihuatzin, dando la gente que fue necesaria para el efecto; y le dijeron que tuviese por bien que ellos querían celebrar una fiesta muy solemne llamada tóxcatl que cada año la celebraban y que sería sin sacrificio de hombres pues ya se los tenía vedado. Cortés les dijo que se holgasen como a ellos les pareciese, y que en su lugar dejaba al capitán Pedro de Alvarado con ciento y cincuenta de los suyos; y con otros doscientos y cincuenta y los amigos salió de México para la Veracruz; y en el camino supo que Narváez estaba en Cempoalan, y diose tan buena mana, que llegó allá antes que Narváez lo sintiese, y con pérdida de solos dos soldados de los suyos le prendió, y le hizo llevar a muy buen recaudo a la Veracruz, y luego todos los que con Narváez habían venido, pasáronse sin mucha dificultad, porque los más de ellos le seguían de mala gana.